Juegos de mi infancia
¿Alguna vez jugaste así? Si tuviste la suerte de vivir tu infancia en el campo seguro que sí.
Construíamos nuestros propios juguetes. Una lata de atún se convertía en nuestra olla. Con ladrillos, piedras hacíamos nuestra cocina. Siempre teníamos a la mano ramas, tierra, agua, y hojas con las que podíamos cocinar.
Bajo la sombra de un árbol, ocurría nuestro juego con libertad. Nos pasábamos horas jugando, hasta que alguien nos llamaba para comer.
Jugando bajo la sombra de un árbol de ciruela
A mi hija le tocó crecer en la ciudad. Así que cada vez que salimos de vacaciones buscamos estar en contacto con la naturaleza.
Un verano que visité a mi hermano que vive en el campo encontramos un bello árbol de ciruela. Sus ramas se extendían haciendo fácil la subida.
A ella le encanta subirse a los árboles. En la ciudad no siempre puede hacerlo. Cuando estamos en el parque muchas veces se nos acerca alguien de serenazgo diciendo “no puede subirse a los árboles”, cuando pregunto la razón, me dicen “porque se pueden caer”. Algunos acceden a nuestro pedido bajo nuestra responsabilidad.
Ahora teníamos plena libertad para subirnos al árbol.
Preparamos el árbol para recibirla. Pusimos un tronco para que pudiera trepar con mayor facilidad. Usamos sogas para que tuviera puntos de apoyo y pudiera sentirse más segura subiendo a las partes más altas. Con un árbol con esas condiciones las experiencia fue mejor. Pasó muchas mañanas jugando en el árbol de ciruela.
Un día viendo las ramas y ladrillos que había cerca recordé cuando jugaba de niña a la cocinita, así que busqué una lata y armé la cocina y le conté que yo jugaba así cuando era pequeña.
Mi hija comenzó a jugar y puso una rama unida a la cocina y me dice “esto es para el gas”, ajustando así el juego a su experiencia.
Pasamos unas bellas vacaciones bajo la sombra del árbol de ciruela. No hay nada mejor que jugar al aire libre con elementos no estructurados.
¿Por qué no tener árboles, tierra y agua en los jardines infantiles?
Cuando visito jardines observo que muchas veces los espacios externos han sido cubiertos de cemento, con grass artificial o corchos para evitar que los niños se golpeen y se ensucien. Cuando encuentro área libres y propongo la idea de tener árboles, tierra y agua a las maestras les parece genial pero les preocupa mucho las familias.
Y es que muchas familias no quiere que sus hijos se ensucien. Si regresan a sus hogares con la ropa sucia del juego dicen que la maestra no los cuida bien.
Así también para muchos hoy en día, subirse a los árboles les parece una actividad peligrosa para los niños. Y es que algunas veces pecamos de sobreprotectores y pensamos que si quitamos todas las piedras y peligros los niños estarán mejor, en vez de enseñarles a cuidarse, y a dominar y controlar su cuerpo.
He tenido la oportunidad de ver de cerca muchas instituciones que aprovechan los árboles, la tierra y el agua para ofrecer oportunidades educativas maravillosas a los niños. Gran parte de ella son escuelas Waldorf que están más conectadas con la naturaleza. Es asombroso ver cómo los niños aprenden a manejar y dominar su cuerpo al subirse a los árboles. Se pone apoyos y condiciones para que la experiencia pueda ser segura. Los más pequeños aprenden observando a los grandes y cuando se sienten seguros comienzan a imitarlos .
Ahora que estamos en situación de crisis sanitaria, podemos sacar más provecho de los espacios externos. Incluso los parques pueden ser de los niños.
Los niños y niñas necesitan ensuciarse, caerse y mojarse.
Aquí les dejo un video de escuelas Waldorf en Brasil donde podemos observar propuestas maravillosas de uso del espacio externo. Espero que las inspire.
Les animo a compartir este post con los papás, a ver el video y así tal vez recuerdan su infancia y se motivan a ofrecer a sus hijos este tipo de experiencias.
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